Zero-One largó un suspiro mientras veía las estrellas desde la ventana de su nave espacial. No lejos de allí se encontraba el planeta Griid, cuya atmosfera verde le daba un toque más exótico de lo que el planeta en realidad era. Una estrella fugaz pasó por el firmamento, dándole un tono mágico a dicha imagen que contemplaba con sus luminosos ojos dorados. Apoyando su larga cabellera del mismo color que sus ojos en la ventana, Zero contempló su reflejo en aquel grueso vidrio blindado. Era una hermosa mujer que podía aparentar unos veinte o treinta años de edad, sin embargo, siendo ella una Galariana, entonces contaba con unos sesenta años de edad. Su especie, los Galarianos, eran capaces de vivir hasta los once mil millones de años, siendo trece mil el máximo que se podía llegar a registrar en dicha raza. Sin embargo, en el espacio el tiempo era relativo. Ella era uno de los seres más sabios y poderosos de la galaxia, y aun así no podía evitar en muchas oportunidades sentirse vulnerable. Zero – One era alguien sumamente optimista, sumamente alegre y siempre priorizaba los sentimientos y pensamientos de otros por sobre los suyos, convirtiéndose en un símbolo de esperanza para los miembros de la Alianza Interplanetaria. Sin embargo, había momentos en los que ella misma sentía sus emociones flaquear, sus pensamientos positivos convertirse en negativos y a veces mostrarse demasiado desesperanzada. Pero ella no podía, ni debía, dejar que aquel pesimismo le ganase. Muchos contaban con ella, no solo los colonos y nativos de los planetas pertenecientes a la Alianza Interplanetaria, sino también los demás Zeros junto a los Rangers Espaciales. Zero-One tenía una gran responsabilidad dentro de sus hombros, aun cuando no era así, aun cuando la Alianza Interplanetaria poseía una gran organización a la hora de delegar todas sus responsabilidades, muy en su interior Zero sabía qué si ella no estaba presente, entonces la Alianza podría haber perdido ante sus principales enemigos: El Imperio Kantiano.
El sonido de una alarma la sacó de sus pensamientos, moviéndose con un poco de lentitud, Zero-One se dirigió a donde estaba el computador principal. Una luz amarilla apareció en el tablero, iluminando su blanca y brillante armadura, mientras una voz conocida exclamaba:
“Zero ¿Te encuentras ahí?, ¡Es urgente! ¡Te necesitamos!” era la voz del Comandante Zero, al parecer era algo grave.
“Aquí estoy Zero, dime ¿Qué ocurre?” le respondió Zero-One.
Era hora de volver al trabajo.
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